Pedro Castro. Espiritualidad chatarra o dieta emocional.
Los símbolos revelan los secretos del inconsciente, abren la mente a lo desconocido y a lo infinito. Entregan un mensaje y cumplen su función aún cuando el significado escape al conocimiento. Por ejemplo, la serpiente es el símbolo que contacta a las deidades con los humanos y en muchas culturas es el guardián de los tesoros subterráneos, como la mente, las piedras preciosas y las semillas. Suele asociársele con la espiral, que a su vez representa la conexión entre el mundo interno y el exterior, pero también representa la evolución, la vida, la consciencia y la creación. El símbolo tiene una propiedad excepcional de sintetizar en una expresión sensible todas las influencias de lo inconsciente y de la consciencia, como también de las fuerzas instintivas y mentales en el interior de cada ser humano.
“El árbol del conocimiento” de Pedro Castro es una pieza que posee una capacidad elástica, como si tuviera vida propia, de proyectar al espectador en la obra para ser acechado por sus propios ángeles y demonios. Sus símbolos religiosos tienen un poder sagrado y profundo sobre la sociedad: Eva, la manzana y la serpiente son intérpretes de una puesta en escena bíblica arraigada en el inconsciente colectivo y cuando esta historia se descontextualiza para mezclarse con símbolos de la vida cotidiana, asalta nuestro sistema de creencias religiosas. Nos revela acontecimientos fantasmagóricos que confrontan con la quimera o la pesadilla, como un sortilegio que estimula el subconsciente del espectador.