La pintura surrealista de Tania Quezada.
En trescientos mil años, aproximadamente, en los que nuestra especie ha vivido en el planeta, hemos definido los límites de la realidad principalmente basados en nuestra limitada perspectiva de lo que podemos comprobar de la naturaleza, de manera que existen innumerables grietas en el conocimiento cuando se intenta describir la existencia. Por citar algún caso, la ciencia asegura que las galaxias espirales, entre ellas la Vía Láctea, poseen un agujero negro en el centro que genera la gravedad suficiente para mantener unidas a todas sus estrellas. Absolutamente nadie tiene idea, y quizá nadie nunca la vaya a tener, de lo que le sucede a la materia una vez que es succionada por este fenómeno cósmico. Las ecuaciones del campo gravitatorio de Einstein sugieren que podría haber agujeros blancos que dejan escapar esa materia y energía, pero su existencia se cree imposible.
Con la pintura surrealista de Tania Quezada sucede algo similar. Ella es el centro gravitatorio de un conjunto de mitologías personales. Absorbe el Universo en el que está sumergida, transfigurándolo en una materia que atraviesa el umbral del inconsciente. Estos fragmentos de cotidianidad se amalgaman con recuerdos y experiencias traumáticas, a veces eróticas, a veces escatológicas, para ser expulsados en forma de arte. Los encierra en cuadros para que el ojo receptor los devuelva a su estado onírico, incorporándose al imaginario del espectador. Sus personajes aparecen por casualidad, para encarnarles basta con dejar escapar esa energía de manera azarosa. Las combinaciones lindan con lo infinito pero en todas las posibilidades la alquimista encuentra reflejos del tiempo en el que vivimos.
La mente humana sigue siendo un entorno oscuro y desconocido. Al igual que el Universo entero, es el entorno en el que habitamos y esa energía que fue succionada por un agujero negro emana en algún rincón de nuestros alrededores. Quizá en sueños nos demos cuenta que ese lugar podría existir dentro de nuestra propia mente, dándole sustancia al mecanismo de la imaginación.
